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jueves, 27 de febrero de 2014

[Crítica] La vida loca - Christian Poveda, 2008

-TÍTULO ORIGINAL: La vida loca
-DIRECTOR: Christian Poveda
-GUIÓN: Christian Poveda
-AÑO: 2008
-DURACIÓN: 91 min.
-PAÍS: El Salvador
-MÚSICA: Sebastian Rocca
-FOTOGRAFÍA: Christian Poveda
-PRODUCTORA: Coproducción España-México-Francia; Aquelarre Servicios Cinematograficos / El Caiman / La Femme Endormie





En los años 80, El Salvador vivió una guerra civil que hizo desplazar a un gran número de sus ciudadanos hacia los Estados Unidos. Muchos de ellos fueron a Los Ángeles, y allí encontraron de nuevo la violencia, pero de un modo distinto, como es la de la delincuencia de los barrios pobres, en la periferia de la ciudad. Allí se crearon dos bandas callejeras entre todos aquellos inmigrantes salvadoreños: las Maras 18 y las Maras Salvatruchos. Cabe decir que, en el lenguaje hispano de El Salvador, el concepto “maras” se refiere a “banda”, y todo lo que conlleva. Desde aquellos tiempos, ambas Maras viven una guerra sin piedad por el control de los barrios donde viven, y así desarrollar sus negocios de armas, drogas y extorsión. De ese modo, nacida en los ghettos de Los Ángeles, la leyenda de las Maras se trasladó finalmente -y fortaleció- en centroamérica, con el regreso de aquellos refugiados ilegales que fueron deportados a sus países de origen. Y ya son más de 14.000 los jóvenes que se han involucrado en estas pandillas, unos jóvenes hijos del odio y la pobreza que buscan un refugio en la delincuencia, abandonando a sus familias para adorar con devoción al clan que pertenecen. Una devoción fácilmente visible con sus abundantes tatuajes. 

¿Como consiguen atraer a los jóvenes hacia este mundo de delincuencia y asesinatos? Esto es lo que se preguntaba principalmente el director de cine hispano-francés Christian Poveda. Y para conocer mejor el tipo de vida que llevan éstas personas, el cineasta decidió contactar con una de las Maras, las “18”, y éstos le autorizaron para realizar un seguimiento de determinados miembros de la banda durante todo un año, para así dar a conocer un poco mejor su realidad. El resultado final acabó por ser un documental de 90 minutos donde se sigue la vida de distintas personas que forman parte de éste grupo organizado, consiguiendo así un material valuosísimo, pero que por desgracia del director, el “jugar” con fuego le acabó quemando, y su arriesgada aventura terminó con su asesinato a manos de los mismos “18”. Fueron 4 disparos a la cara como castigo por haber hecho “negocio” con la imagen del clan (distribución del documental), además de mantener relaciones con los “Salvatruchos” (o al menos eso dicen los “18”). Y la venganza no solo quedó aquí, ya que según fuentes policiales del país existió una larga lista de futuras víctimas, donde se encontraba también el resto del equipo de la película y los mismos pandilleros que colaboraron en el documental. Simplemente, los “Maras 18”, no habían imaginado que el documental tendría una repercusión internacional tan grande, y ante la duda a si el equipo de la película podría informar determinadas cosas a la policía o a los mismos “Salvatruchos”, decidieron aplicar su ley “en prevención”. Una pena,.

(Christian Poveda, el director "balaseado")

El documental es, como comentaba, una pieza valuosísima. No solo por complacer la curiosidad a unos espectadores que, de bien seguro, alguna vez habrán oído hablar de ésta banda como la más peligrosa de la américa latina, sino por el tipo de planteamiento que utiliza Poveda para mostrarnos esa realidad. Prefiere no intervenir con una voz en off o con distintos artificios de cine, no, más bien plantea una mirada voyeurista a un espacio privado y que acaba por resultar infernal, y lo más interesante de todo es que, allí, el director es capaz de encontrar humanidad. Pero es que él simplemente se dedica a mirar, eso si, siempre situado en el ojo del huracán conviviendo con una gente que son unos auténticos parias de la raza humana. Y el resultado es genial: un duro reflejo de una gente sumergida en la violencia, el odio irracional y la incapacidad a integrarse en la sociedad. Incluso algunas de las personas que desfilan por el documental mueren a lo largo de la película. Solamente la música rap sirve para adornar el montaje, con unas letras que hablan de la realidad de la calle, de la convivencia constante con la muerte de unos jóvenes que nunca saben cuando les tocará.


Temas como el abandono escolar y familiar de los jóvenes, los tatuajes, la cárcel, la imposible integración social, la incapacidad para trabajar, los funerales, la religión cristiana, la droga, o la forma de actuar de la banda: “no seas traidor, no te chives, y nunca te faltará de nada”, componen los ingredientes de La vida loca. Y todo esto en una pequeña ciudad como San Salvador que acoge cada día una media de 12 asesinatos, habitualmente por armas de fuego.

Un documental muy recomendable que muestra perfectamente la vida que llevan unos pandilleros hijos de la violencia, que solo piensan en matar a su enemigo y vengar la muerte de sus “hermanos” asesinados. Una gente que vive en el odio, en una guerra estúpida que aterroriza a todo un país como El Salvador, donde nadie gana y todos pierden.


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